jueves, 24 de febrero de 2011

Palabras.

Por: Diana Leticia Nápoles Alvarado.

¿Que quién soy yo? Una mujer de anhelos intensos y miradas errantes. Un cúmulo de historias que se enlazan sólo por el nombre.

Soy un delirio en voz baja, unos ojos que miran la lluvia, mientras intentan aterrizar, por fin, las historias de cada viento. Soy la melancolía de un presente que no se entiende, una vida que necesita saberse en otros, encontrarse entre palabras.

Me gusta caminar por donde el crepúsculo sea más claro y menos obvias las marcas de un pasado que aparenta ser la ruta más concurrida. A veces camino por la orilla y voy preguntándole a quien me mira: ¿Qué pasa cuando cierras los ojos? ¿Qué miras en cuanto la oscuridad se torna encierro? Y el otro me mira impávido, y a veces me contesta sin palabras. Me gusta observar el silencio, siempre encuentro uno diferente en cada ser. Ayer me topé con un silencio frío, lleno de pensamientos sin alba, de corduras que se destrozan entre ellas y de canciones tristes que se rompen en cuanto salen de esos labios.

Hacer una autobiografía es pensar en pasado y cuando lo pienso el presente se me contagia de ese pudor inmundo que alquila mis deseos.

A veces me ocupo en ir acomodando los ensayos de mis historias por orden alfabético, mientras ordeno el desván de sueños que se van abandonando.

Soy una devota de la literatura, de los buenos poemas y de las novelas que emocionan de manera inconcebible. Amo los libros, duermo con ellos, despierto con ellos, pienso en ellos, hablo de ellos, trabajo con ellos, vivo con ellos… Me gusta saber que hay poetas que escribirán nutritivos versos para mi alma. Necesito de la poesía para salir al mundo, para abrigarme entre figuras que se esculpen en el aire.

Yo no perdono, no olvido. Y que nadie me diga nada, porque corro y me encierro tras quince llaves y le doy vuelta a todo el rencor que pueda amontonar para no volver a dirigirle una más de mis palabras a quien me haya hecho sentir alguna vez así.

Veo las palabras como las describiera Nietzsche, como puentes ilusorios echados entre seres separados para siempre, y precisamente por ello, me parecen los instrumentos más sofisticados para intentar entender a otro.

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