viernes, 4 de febrero de 2011

El falso extraterrestre -Un relato autobiográfico

Cuando vio las tres luces abarcando por completo la carretera justo detrás de su coche sintió un estremecimiento. Por el espejo retrovisor las veía muy grandes para ser de un trailer o dos. Despertó a su esposa, que dormitaba en el asiento del copiloto, para que lo ayudara a descifrar lo que ocurría detrás. Ella las vio irse. La carretera Torreón-Monclova siempre ha sido peligrosa, no por el tráfico, sino porque cuando lo esperas te quedas dormido en medio del más aburrido desierto, la carretera tiene grandes rectas y puedes estar conduciendo por horas sin rebasar un auto. Mis padres me platicaron varias veces la anécdota y me imaginaba una nave extraterrestre detrás de ellos, implantándome en el vientre de mi madre y desapareciendo enseguida. Era la necesidad o la necedad de no encajar en mi familia. Si tuviera que mencionar un símbolo de mi niñez fue precisamente esa carretera, mi padre es de Monclova así que dos veces por año nos obligaba a acompañarlo con su somnolienta familia, odiaba Monclova, con su único boulevard Pape, la derruida y decadente AHMSA, el hermoso parque Xochipili que me daba envidia, lo aburrido porque no había nada que hacer o no nos dejaban hacer, comer yukis, ver a Bozzo o a Birdman, escuchar a Willy Chirinos, leer revistas de chismes y tomar Pep de naranja, nunca vi una ciudad con tantos locales comerciales vacíos, no podía evitar el albur cuando hay un supermercado que se llama Merco, lo caliente y húmedo en verano o lo frío en invierno. Lo que sí me gustaba era ir a Eagle Pass, al mall, ¿había algo más en ese pueblo fronterizo? Ah si, el calor provocaba que el pavimento se derritiera y se pegara en los zapatos.
Tuve mi primera experiencia traumática en el vientre de mi madre, embrazada de 8 meses viajaron en autobús esta vez, el chofer ignoró toda advertencia de su oficio, mi papá vio cuando le daba el último trago a la última cerveza de su vida. El camión volcó, como es lo natural, esa carretera cobra caro el cansancio y la irresponsabilidad. Mi madre termina entre dos asientos con la panza entre ellos. Mi padre que fue a dar al frente del camión al lado del chofer no se detiene a ofrecerle una mirada que mata al inerte cuerpo semidestrozado e inmediatamente después ir a rescatar a mi madre. Logran salir del autobús, pensando en llegar a Monclova lo antes posible para que mi mamá fuera revisada, detienen un auto que amablemente los lleva hasta el hospital. Por supuesto, no me pasó nada, o casi nada.
Al fin puedo ver la luz un 13 de septiembre, exactamente nueve meses y dos días después que mis papás se casaron, los dolores de parto se confundieron con una indigestión de tacos de la feria, yo creo que parte a eso, nací con muchos problemas estomacales, el diagnóstico fue que me faltaban enzimas. De ahí comienza el desfile para encontrar la medicina adecuada a mi padecimiento hasta que en la farmacia Santander tenían un frasco perdido en la bodega; “No sé por qué tenemos esta medicina” le dijo el dependiente a mi padre. Así pude sobrevivir, vomitando y con diarrea todos los primeros meses de vida, yo creo que fue tanta la obsesión de mis padres a que comiera o retuviera la comida que después no pudieron detenerme.
Me acuerdo perfectamente el día que comencé a leer, paseaba por el centro con mis padres, en un momento los coloridos letreros de los negocios comenzaron a decirme cosas, “no puedo evitar leer los letreros” le dije a mi madre. Y es que bastaba con posar mi mirada en ellos para saber lo que decían. Me sorprendí que hubiera sucedido así, en un momento los letreros no tenían sentido, al siguiente me bombardeaban con sus slogans y nombres raros, Zarzar, Moderna, Tres Hermanos, La Japonesa, Chacharas y juguetes. Después de eso no dejaría de leer, leí el Quijote, la enciclopedia de los niños, El tesoro de la juventud, la enciclopedia de Disney, La Divina Comedia, relatos de terror, misterio, Julio Verne, mi papá que no lee siempre llegaba con un libro de biografías como la de Raísa Gorbachova o Les Walesa, novelas o compraba las colecciones de “selecciones”, las enciclopedias por entregas, diccionarios y todo lo que se le ocurriera, “léelo y luego me lo cuentas”.
Fui un ávido lector de hábitos nocturnos, lo que reforzó mi insomnio adolescente. No pude detenerme al leer “El Chacal” de Federich Forsyth. Ni aquellos cuentos históricos que me prestó un amigo, “Viajeros del tiempo” donde uno construía su propia historia, me enajené con una revista llamada Hitchcock con historias de suspenso. Aún recuerdo la sensación al leer 20,000 leguas de viaje submarino, del capitan Nemo y el magnífico Nautilus. La lectura fue más que un refugio una necesidad, nunca he podido mantener en silencio mi mente y ver televisión siempre me ha parecido demasiado ocioso.
Comencé a escribir plagiando, después dejé de plagiar e intenté encontrar un estilo propio, la poesía me llegó como un tornado, tenía tanto que decir. Así que antes de escribir poesía leí toda la que pude, me enajené con Rabindranath Tagore, Walt Whitman, Charles Baudelaire, Pablo Neruda, Mario Benedetti, Jaime Sabines. Leía y escribía, hacía poemario tras poemario; escribir es mi obsesión hoy escribo todo el tiempo que tengo libre, abro tres archivos: un poemario, una obra de teatro y una novela, escribo dos o tres cuartillas de la novela, agrego un verso más al poema, se me ocurre una nueva escena para la obra. Cuando levanto la vista quedo en un estado alterado de conciencia, no puedo pensar en nada más, las frases, todo lo que veo tienen que ver con lo que escribo. Aún así, pueden pasar días en los que no puedo escribir y me siento mal. Ayer perdí un poema, se me iluminó la mirada y lo olvidé. Odio que pase eso.
Resulta que hoy no creo en naves extraterrestres y no tengo más remedio que aceptar el hecho de que soy hijo de mis padres y que nunca una nave extraterrestre vendrá a buscarme, para evitar los exámenes, los castigos, una reunión familiar o los pleitos maritales.
Hoy intento ser responsable de lo que hago en mi vida y hacer todo lo mejor posible y que mis alumnos me respeten o que algunos me crean extraterrestre, ateo, intelectual, buena onda o arrogante. A final de cuentas soy todo eso y más.

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