viernes, 29 de octubre de 2010

ALEGRÍA DEL CRONOPIO-- Julio Cortázar

Encuentro de un cronopio y un fama en la liquidación de la tienda La Mondiale.
—Buenas tardes, fama. Tregua cátala espera.
—¿Cronopio cronopio?
—Cronopio cronopio.
—¿Hilo?
—Dos, pero uno azul.
El fama considera al cronopio. Nunca hablará hasta no saber que sus palabras son las que convienen, temeroso de que las esperanzas siempre alertas no se deslicen en el aire, esos microbios relucientes, y por una palabra equivocada invadan el corazón bondadoso del cronopio.
—Afuera llueve —dice el cronopio—. Todo el cielo.
—No te preocupes —dice fama—. Iremos en mi automóvil. Para proteger los hilos.
Y mira el aire, pero no ve ninguna esperanza, y suspira satisfecho. Además, le gusta observar la conmovedora alegría del cronopio, que sostiene contra su pecho los dos hilos —uno azul— y espera ansioso que el fama lo invite a subir a su automóvil.

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