Alguna vez en nuestra vida hemos añorado con un momento de gloria tan efímero como el de la victoria en una venganza. Será que el ser humano es de naturaleza violenta y si a eso le agregamos un dejo de dignidad, nos será difícil dejar de justificar a Caín por haber matado a Abel. Caín es la apoteosis de la victimización, ya que fue perjudicado por Dios mismo y de su favoritismo por Abel. Desde que nuestra historia parte de un fratricidio tenemos que ser testigos de la crueldad del hombre.
Edgar Allan Poe reinterpreta la apología de la venganza en su cuento “Hop Frog”. Donde mezcla, en estos tiempos ya no nos suena tan novedosa, el humor y el sadismo. Hop Frog es un enano, cojo, bufón de la corte, el cual es llevado a una situación límite a través de las humillaciones de que son víctimas; Poe nos cuenta con maestría cómo Hop Frog y Trippetta, otra enana pero de encantadora figura y belleza (personaje que me hace recordar aquella singular historia de la liliputiense cubana: Espiridiona Cenda cuya gracia en el baile y el canto la hicieron adueñarse de los cabarets a finales del siglo XIX y principios del XX) fueron arrancados de sus hogares y enviados como regalos al rey. Argumento seguramente mencionado por Poe para mostrar la vocación forzada de los dos entretenedores.
La astucia de Hop Frog y su creatividad no quedarán cuestionadas en el cuento, misma que usa para llevar a cabo su maléfico plan de venganza en contra del rey y de su consejo. En una hazaña cruel, producto del más fino humor negro de Poe, los enanos se involucran en una fiesta de disfraces donde, a través de una buena charada, Hop Frog logra que el rey y su consejo se disfracen de chimpacés y monos de Borneo. Haciendo que los asistentes a la fiesta queden horrorizados por la aparición entre ellos de dichos animales. Lo demás es la excelente narrativa que desarrolla Poe para llevarnos de un salón de baile a un asado de mono real al grito de: “ésta es mi última bufonada”.
Para Hop Frog la consolidación de su venganza representa la libertad, ver en la cara al rey con la antorcha en la mano (es en ese momento preciso donde se materializa la victoria), lo demás es producto de un monstruo, del mismísimo Caín. Al igual que para Trippetta, su acción va más allá del bien o del mal ya que conociendo el contexto en que sucede todo el hecho no nos queda más que identificarnos con los enanos personajes y desear que huyeran lejos de las garras reales.
Sobre todo la intención de Poe de mostrarnos a un rey, que en su calidad de elegido por Dios, puede humillar de tal forma a dos seres que seguramente serán considerados como una burla por su mismo creador.
Pero como siempre nos queda la espinita sobre si no se pueden resolver de manera distinta los conflictos humanos como éste. Al final seguimos anclados a la gran historia, donde el hombre intenta darle lecciones de moralidad a Dios. Y la primera advertencia ha sido la de Caín matando a Abel: el lacayo asesinando al consentido de Dios.
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