La inmoralidad de la mariposa
Colgado en crisálida frente a las puertas del infierno
mi alma será mariposa que huye de la realidad.
Anclado a un vaivén hipnótico,
mi cabeza es norte y mis pies de barro.
Los ojos fijos en la decadencia,
esperando huir en elípticas siluetas.
Busco en la metamorfosis
alcanzar la inmortalidad de la mariposa.
Mariposa que veo venir hacia mí
en promesa de monotonía
como espíritu curandero
de las eternas enfermedades.
Revoloteas crujiendo la vida,
azotando las sombras.
Arpías de dantesca compañía,
me convierten en árbol de hojas pairas.
Mariposa que surcas lápidas,
me seduces como violeta en flor
y me obligas a quedar en crisálida
protegido en sarcófago.
Liberas el ritmo otoñal
en la inmoralidad de la huída.
Mariposa que repudias el paraíso:
la única salida es el infierno.
El espejo de la bruja
Mujer que caminas por surcos de tierra,
has encontrado el espejo que huyó de un cuento:
Buscas la redención,
una oda a la inocencia
en la intimidad de un reflejo.
Pero tan sólo te carcome la luz,
riñe con fiereza tu identidad,
y te abstraes en la desilusión.
Resurges al día,
al engaño natural del mundo:
el mismo que presume de realidad.
Mujer que ríes en pintura,
que llenas de color al ogro de las pesadillas,
lo inquietas con sutileza y apatía.
Hoy no eres la voz,
ni la dulce esquirla
incrustada en mis ojos.
Te has vuelto un horizonte
arrogante de relojes blandos
con frívola intención.
Mujer que danza mensajes
de piruetas y amenazas,
me dices que el tiempo es en tus manos.
Pero el tiempo es arena y lluvia,
es peso y levedad,
es eterno retorno.
Y por eso callas ante el espejo que huyó de la bruja,
lo quiebras de hechizos
con tus manos llenas de olimpo.
Desde entonces has desleído
acordes en tu regazo,
en un arranque de cordura.
Mujer, elige vivir en el desierto,
y no permitas al espejo,
que te devuelva la misma historia.
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